Un poco antes del término de la Segunda Guerra Mundial y debido a los estragos que ésta ocasionó, 730 delegados, representantes de 44 países Aliados, se reunieron en el hotel Mount Washington, en Bretton Woods, New Hampshire, Estados Unidos. El propósito de la conferencia era abordar la reconstrucción del sistema económico internacional, estableciendo así un sistema de instituciones, normas y procedimientos que preservara el orden monetario y permitiera reconstruir las economías devastadas por el conflicto. Y así, de forma muy simplificada, nacieron las instituciones financieras que conocemos hoy como el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional (FMI).

Un nuevo pacto financiero

Ochenta años después de su creación, una nueva variable —la cual ha surgido como parte de nuestra realidad– ha causado el cuestionamiento del diseño y el propósito de la arquitectura financiera internacional. El cambio climático, y sus consecuencias cada vez mayores en los países más vulnerables y en economías nacientes, ha venido a cambiar las reglas del juego. Ha quedado en evidencia en años recientes que no es factible pedirles a estos países —en su mayoría pequeños estados insulares y/o menos desarrollados— el pago simultáneo del servicio de deuda y hacerle frente a huracanes que arrasan con un tercio de su PIB. Esto más bien termina en gobernantes teniendo la difícil tarea de elegir entre cumplir con estas instituciones financieras o darle de comer a su población.

A raíz de eso nació el Bridgetown Initiative, un plan de acción desarrollado en el transcurso del 2022 para reformar el sistema financiero internacional, bajo la batuta de la primera ministra de Barbados, Mia Mottley y su equipo. Para poder cumplir los objetivos del Acuerdo de París, buscar crecimiento económico sostenible y pagar deudas soberanas sin quebrar economías, es necesario replantearse el propósito de estas instituciones financieras y reformarlas apropiadamente. Su argumento se basa en que estas instituciones no han sido actualizadas desde su creación y sus términos de financiamiento no toman en cuenta los crecientes costos que ocasiona el cambio climático y su rol en acrecentar la deuda externa de economías emergentes, países cuya responsabilidad vis-a-vis el calentamiento global es ínfima. Su plan explica también que es necesario reformar estas instituciones porque fueron concebidas antes de que muchos de los países que son ahora destinatarios siquiera existieran (la descolonización del continente africano tuvo lugar principalmente después de la década de los 50). Es decir, esta es la oportunidad para reconstruir instituciones que sean más inclusivas, involucrando miramientos de líderes cuyas economías son las más vulnerables, pero que tienen el mayor potencial para salir beneficiadas.

La propuesta ha cobrado aún más fuerza este año, evidenciado por la cumbre coorganizada por Emmanuel Macron, presidente de Francia, este junio pasado, para discutir más a fondo la propuesta y establecer una hoja de ruta. Tuvo, además, la participación de varios jefes de estado y estuvieron presentes los líderes del Banco Mundial y el FMI, entre otras instituciones financieras importantes. Queda claro que los países en desarrollo están listos para contribuir sus propuestas a la mesa de ideas en como rediseñar esta arquitectura financiera mundial, que incorpore sus necesidades y traiga más equidad al financiamiento para el desarrollo sostenible.

Un momento de inflexión

Todas y todos, en especial las personas más jóvenes, queremos prosperar dentro del entorno en que nacimos. Estamos viviendo momentos de inflexión, donde los sistemas políticos y económicos y el contrato social que nuestros padres, madres, abuelos y abuelas conocieron están siendo objeto de debate. Por consiguiente, es nuestra oportunidad para ser coautores de la realidad en la que queremos existir y prosperar. La primera ministra Mia Mottley y su equipo proponen un ejemplo de lo que podría ser un ejercicio intelectual más general y el reto de nuestra generación, asegurando que la equidad y la inclusión estén en primer plano. Nuestros sentimientos de apatía y descontento para con el sistema político y económico son válidos, pero también podemos usar estos sentimientos para empezar a forjar el contexto en el cual nos gustaría vivir y desempeñarnos.

Que estos esfuerzos por parte de líderes que nacieron en contextos como los nuestros nos permitan darle rienda suelta a nuestra imaginación y pensar a fondo en cómo queremos organizar nuestra sociedad para redefinir nuestro lugar dentro del Planeta Tierra, no afuera de nuestro entorno natural, sino como parte de él.

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