En la actualidad política existe mucha preocupación en las democracias occidentales por los gobernantes populistas, pues han encontrado tierra fértil para llegar al poder por medio del voto. Tierra que ha sido abonada con la rabia y la desilusión ciudadana con quienes han gobernado sus naciones en las últimas décadas. Sobre todo, por el aumento de la desigualdad.
Sin embargo, hay un gobernante aún mucho más peligroso que un populista, es el gobernante sociópata. Como usted seguramente sabe la sociopatía es un trastorno antisocial de personalidad. Se dice que el mayor problema de un sociópata es que no logra diferenciar entre el bien y el mal, por ello no le importa herir a los demás, al contrario, lo disfruta, sobre todo porque el miedo le es muy útil para influir y amedrentar a los más débiles.
No es por casualidad que en su círculo más cercano siempre encontraremos personas sin capacidad de discernimiento y menos con la valentía para contradecir a su “líder”. Los que se mantienen a su lado lo hacen por las mieles que disfrutan estando cerca de su gestión, en ocasiones migajas que deja caer. No es tema de valores, de proyecto país.
El político o gobernante sociópata es agresivo y amenazante, en sus pasos va hiriendo moral, espiritual o físicamente a los demás, lo que hará sin manifestar ningún remordimiento. A muchos de su círculo cercano -mientras le son útiles- los lleva a ejecutar actos irresponsables e ilegales. Luego, cuando deban enfrentar a la justicia o a la opinión pública difícilmente los respaldará, pues su narcisismo no le permite asumir ninguna consecuencia y menos los errores de otros, aunque él fue quien los empujó al abismo.
El gobernante sociópata ignora los sentimientos y los derechos de los otros. Se caracteriza porque su trato es duro y grosero, aun con los más cercanos, que en su mayoría son muy limitados en sus capacidades, conocimiento e independencia. Lo que le permitirá manipularles con suma facilidad, más cuando parte de que ellos deben estar agradecidos de estar a su lado.
El gobernante sociópata repite mentiras con gran ingenio y las hace parte de sus recuerdos de vida, las hace reales, por ello las mantienen tal cual las emitió por primera vez. Mentir es parte de su irrespeto a las personas y a la manipulación que hace de ellas, la mentira le provoca no solo beneficio a sus intereses sino, además, un placer personal. Jamás un gobernante sociópata estaría de acuerdo con Mahatma Gandhi cuando dijo: “Más vale ser vencido diciendo la verdad, que triunfar con la mentira”.
El gobernante sociópata siempre tendrá dificultades para cumplir de forma certera y permanente con sus responsabilidades laborales, igual que lo padecen los sociópatas “corrientes” en su vida familiar, laboral o académica. Llegar al poder es darle continuidad a lo que siempre fueron. El poder les permite ser más hostiles, agresivos, violentos y amenazantes, pues lo entiende como parte de su divinidad, su narcisismo. Por lo anterior, los expertos en estudiar este fenómeno han llegado a la conclusión de que este trastorno de personalidad antisocial es una afección que dura toda la vida. Podríamos decir que el poder más bien lo potencializa a su máxima expresión.
Para los gobernantes que padecen este trastorno la violación grave de las reglas no es violación, es una licencia, un permiso, que solo ellos -narcisismo- se pueden dar. Además, siempre están antagonizando con los adversarios, por ello el consenso, la negociación y el ceder no son parte de su libreto. Empero, su éxito es más normal en los sistemas autoritarios que en la democracia, pues esta última -si estuviese bien institucionalidad- le provocará frustraciones en sus antojadizas decisiones.
Frustraciones que provocan que alrededor del gobernante sociópata cambien constantemente a quienes le colaboran, pues ellos pagarán el costo de sus frustraciones, aunque antes, al momento de su selección, los llenó de elogios como los mejores. Nunca se debe esperar limites a su crueldad o indiferencia ante el dolor del otro, del prójimo, pues el desconoce la empatía y menos el remordimiento por sus actos. Voltaire (1694-1778) seguramente le cuestionaría esta actitud repitiéndole su frase: “Ser bueno solamente consigo mismo es ser bueno para nada”.
Los sociópatas pueden ser personas muy inteligentes y carismáticas, eso provoca dificultades en la evidencia de su patología, o al menos les permite disimularla. El gobernante sociópata siempre quiere ser el centro de atención de toda actividad, quiere el reconocimiento permanente del cual se alimenta día a día. Para el gobernante sociópata lo más fácil de impresionar es a la gente sencilla y a los incautos, por eso su molestia cuando tienen asesores o allegados que cuestionan sus decisiones y acciones; más si lo hacen con argumentos y conocimiento de la materia, puesto que su patología les dice un día y otro también, que ellos siempre tienen la razón.
Si después de estas líneas piensa que en su país existe alguien con estas características, es importante que tenga claro que su nación corre peligro, más si no es una democracia bien institucionalizada, que al final de cuentas, es el mejor “antídoto” contra un gobernante sociópata.
Recuerden que el gobernante sociópata y populista padece de “adanismo”, piensa que él es el primer hombre, que a partir de él se escribirá la historia. No es tan difícil descubrirlos, pues como dijo Séneca (65 d.C.) de Calígula: "Con sólo mirarlo, uno se daba cuenta de que estaba loco".
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